lunes, 18 de marzo de 2013

¿Por qué vamos a restaurantes ?


Encuentro en el restaurante
Los españoles arreglamos nuestros negocios, casamientos, aniversarios, divorcios, festejos…, en un restaurante. Lo consideramos un templo donde celebrar las ocasiones, no siempre alegres, como un lugar lleno de neutralidad y que guarda los secretos que sentados a la mesa se cuentan. Quizá, tristemente, alguno de los que esté leyendo esto, fue despedido de su trabajo en un restaurante. Pero también, otro fue ascendido a director durante una comida en un local hostelero. 
La frase de Marlon Brando en “El Padrino”, de hacer una oferta que no se podría rechazar, la hizo en su despacho, rodeado de sillones de orejas, cajas de habanos y botellas de los mejores licores, 
"No podrá rechazar mi oferta"
En España, la hubiera hecho en un restaurante. Las cosas que se dicen en un restaurante, comiendo  o cenando, se quedan en el restaurante, de la misma manera que lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas. Se dicen cosas, se cuentan privacidades, se habla mal de otros “pero no se lo cuentes a nadie”, que en una cena casera difícilmente podrían llevarse a cabo.
¿comerán en casa?

Si el hecho de comer, alimentariamente hablando, fuera solamente eso, cada uno tiene su casa y hace su compra.¿Por qué ir a un restaurante? 

Fuente: Mprending

En Restaurante El Portichuelo, siempre nos preocupamos, lógicamente con discreción, del porqué acuden los clientes a nuestro establecimiento. Sin preguntar directamente, respetando el secreto de cada cliente, la experiencia de los años nos hacen ver “señales”, que no son nada nuevo para cualquier otro hostelero con años de negocio a sus espaldas; ¿les ha gustado la comida?, ¿es una reunión ocasional?, ¿han llegado aquí recomendados o por casualidad?, y en resumidas cuentas…¿volverán de nuevo?.  
Salón Comedor Restaurante Portichuelo
Y ahí sí que entra el Restaurante y su buena práctica: saber marcar una diferencia para hacer que el cliente se convierta en fiel, el trato personal, el considerar cada cliente como único, o dicho de otra manera: tratar a cada cliente como si hubiera venido siempre o como si fuera a volver mañana. Sin confianzas, pero sin frialdad, logrando eso tan difícil que es que se sienta cómodo en nuestra casa y que disfrute de nuestra comida.

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